viernes, 26 de junio de 2009

EPISTEMOLOGÍA Y PSICOLOGÍA

1.- ¿Es la psicología una ciencia?

La psicología («psico», del griego ψυχή, alma o actividad mental, y «logía», -λογία, tratado, estudio) es la ciencia que estudia la conducta de los individuos y sus procesos mentales, incluyendo los procesos internos de los individuos y las influencias que se producen en su entorno físico y social. Así, los principales campos de estudio y análisis en psicología son la conducta, los pensamientos (cognición) y las emociones.
Como ciencia registra las interacciones de la personalidad en sus tres dimensiones: cognitiva, afectiva y del comportamiento, a las que se pueden sumar las dimensiones moral, social y espiritual (creencias religiosas) de la experiencia humana.
La disciplina abarca todos los aspectos de la conducta humana, aunque las distintas escuelas o teorías enfocan sus esfuerzos en distintos aspectos de ésta, en general negando la existencia de ciertos fenómenos o principios (fenómenos objetivos observables, subjetivos o no observables, etcétera). Desde las funciones de la mente hasta el desarrollo de los niños, desde cómo los seres humanos y los animales perciben, sienten, piensan hasta como aprenden a adaptarse al medio que les rodea y resuelven problemas. La psicología moderna se ha dedicado a recoger hechos sobre la conducta y la experiencia, y a organizarlos sistemáticamente, elaborando «teorías» para su comprensión. Estas teorías mayormente se basan en el método científico y ayudan a conocer y explicar el comportamiento de los seres humanos y en alguna ocasión incluso a predecir sus acciones futuras, pudiendo intervenir sobre ellas.
La mayor parte de los estudios se realizan en seres humanos. No obstante, es habitual el estudio del comportamiento de animales, tanto como un tema de estudio en sí mismo (cognición animal, etología), como para establecer medios de comparación entre especies (psicología comparada), punto que a menudo resulta controvertido. También se utiliza la tecnología computacional para elaborar modelos de conducta y realizar verificaciones y predicciones.
1.1 Bases del conocimiento
El conocimiento es, por una parte, el estado de quien conoce o sabe algo, y por otro lado, los contenidos sabidos o conocidos que forman parte del patrimonio cultural de la Humanidad. Por ejemplo, un conocimiento ampliamente compartido en las sociedades actuales es el hecho de que la Tierra es un geoide.
Por extensión, suele llamarse también "conocimiento" a todo lo que un individuo o una sociedad dados consideran sabido o conocido. En este sentido, se diría por ejemplo que la existencia de brujas y duendes era consabida en la Edad Media, incluso si, desde el punto de vista actual, estas creencias son infundadas y no constituyen propiamente conocimientos.
Sin duda, las ciencias constituyen una de los principales tipos de conocimiento. Las ciencias son el resultado de esfuerzos sistemáticos y metódicos de investigación en busca de respuestas a problemas específicos y cuya elucidación procura ofrecernos una representación adecuada del mundo. Hay también, no obstante, muchos tipos de conocimiento que, sin ser científicos, no dejan de estar perfectamente adaptados a sus propósitos: el «saber hacer» en la artesanía, el saber nadar, etc.; el conocimiento de la lengua, de las tradiciones, leyendas, costumbres o ideas de una cultura particular; el conocimiento que los individuos tienen de su propia historia (saben su propio nombre, conocen a sus padres, su pasado), o aún los conocimientos comunes a una sociedad dada, incluso a la humanidad (saber para qué sirve una martillo, saber que el agua extingue el fuego).
Aun cuando en cada momento se genera información, se considera, sin embargo, que la cantidad de conocimiento humano es necesariamente finita, amén de la inaccesibilidad de resolver los problemas fundamentales o misterios, como el origen de la vida y del Universo, la Muerte, el origen de Dios, entre muchos otros que van más allá del entendimiento propiamente humano.
Los conocimientos se adquieren mediante una pluralidad de procesos cognitivos: percepción, memoria, experiencia (tentativas seguidas de éxito o fracaso), razonamiento, enseñanza-aprendizaje, testimonio de terceros... Estos procesos son objeto de estudio de la ciencia cognitiva. Por su parte, la observación controlada, la experimentación, la modelización, la crítica de fuentes (en Historia), las encuestas, y otros procedimientos que son específicamente empleados por las ciencias, pueden considerarse como un refinamiento o una aplicación sistemática de los anteriores. Estos son objeto de estudio de la epistemología.
La importancia que atribuye al conocimiento distingue a la humanidad de las otras especies animales. Todas las sociedades humanas adquieren, preservan y transmiten una cantidad sustancial de saberes, notablemente, a través del lenguaje. Con el surgimiento de las civilizaciones, la acumulación y la difusión de conocimientos se multiplican por medio de la escritura. A través de la historia, la humanidad ha desarrollado una variedad de técnicas destinadas a preservar, transmitir y elaborar los conocimientos, tales como la escuela, las enciclopedias, la prensa escrita, las computadoras u ordenadores.
Esta importancia va de la mano con una interrogación sobre el valor del conocimiento. Numerosas sociedades y movimientos religiosos, políticos o filosóficos han considerado que el acrecentamiento del saber, o su difusión, no resultaban convenientes y debían limitarse. A la inversa, otros grupos y sociedades han creado instituciones tendentes a asegurar su preservación, su desarrollo y su difusión. Así mismo, se debate cuáles son los valores respectivos de diferentes dominios y clases de conocimientos.
En las sociedades contemporáneas, la difusión o al contrario, la retención de los conocimientos, tiene un importante papel político y económico, incluso militar; lo mismo ocurre con la propagación de pseudo-conocimientos (o desinformación). Todo ello contribuye a hacer del conocimiento una fuente de poder. Este papel explica en buena parte la difusión de la propaganda y las pseudociencias, que son tentativas por presentar como conocimientos, cosas que no lo son. Esto le confiere una importancia particular a las fuentes de supuestos conocimientos, como los medios masivos y sus vehículos, tales como Internet.

2.- Antecedentes filosóficos de la psicología.

Las primeras reflexiones psicológicas corrieron a cargo de filósofos. El alumno debe tener en cuenta que la influencia de la filosofía se hace notar en muchos aspectos de nuestra disciplina, pero principalmente en los esquemas básicos de referencia sobre los que descansan los principales modelos psicológicos. Etimológicamente "psicología" quiere decir "ciencia del alma"; el término "psicología" lo acuñó Philipp Melanchton en el siglo XVI, aunque fue Wolff (1679-1754, filósofo germanopolaco) quien hizo popular el término. Wolf distinguió una "psicología racional" o ciencia deductiva y puramente racional del alma, de una "psicología empírica" o ciencia del alma basada en la experiencia y la observación. La filosofía trató muchos de los temas que más adelante serán objeto de estudio de la psicología científica, entre los que cabe destacar el del dualismo mente-cuerpo, y, más importante aún, ofrece los esquemas básicos de referencia de la mayoría de modelos y teorías presentes en la psicología (empirismo, asociacionismo, mecanicismo, materialismo,...). Otra aportación fundamental de la filosofía se refiere a las cuestiones epistemológicas, principalmente en lo que atañe a la validez de los modelos teóricos y al alcance y limitaciones de los métodos científicos empleados.

El racionalismo es una teoría filosófica que tiene su origen en el pensamiento de Descartes (1596-1650, filósofo francés). No olvidar tampoco que el racionalismo no supuso la superación del pensamiento religioso, antes al contrario, la noción de Dios fue muy importante en los sistemas filosóficos racionalistas. Descartes valoraba por encima de todo la razón y creía que esta facultad era capaz de darnos importante contenidos, a la vez que procedimientos que garantizasen su verdad. La razón es el instrumento adecuado para la construcción de las teorías y el descubrimiento de leyes. Reivindica también el lenguaje matemático para la descripción de la realidad. El conocimiento cierto descansa en la intuición, que es capaz de ofrecer a la mente los objetos de forma clara y distinta. Descartes considera que existen dos tipos de realidad muy distintas, la "res extensa" (del latín res: cosa) o cuerpos, y la "res cogitans" (del latín cogitans: pensante) o mentes. Los animales y el resto de los cuerpos son únicamente res extensa y sus diferencias se pueden explicar en términos cuantitativos y matemáticos. Los hombres participan de la res extensa (pues tienen cuerpo) y de la res cogitans (puesto que disfrutan de mentes). Se trata de dos realidades distintas que se rigen por leyes distintas. Los animales carecen de alma, son puros cuerpos y se conciben como simples autómatas, tesis que le lleva a Descartes a introducir el mecanicismo como teoría explicativa, aunque válida únicamente para los cuerpos y no para la mente. Con el tiempo, algunos filósofos extenderán el mecanicismo también a la mente (así ocurre con las tesis asociacionistas que encontramos en los empiristas). Las mentes disponen de principios innatos, a partir de los cuales y mediante procedimientos propios de la razón, que también son innatos, puede alcanzar el conocimiento de la realidad, incluidos los cuerpos. Los racionalistas (por ejemplo Spinoza (1632-1677, filósofo holandés) creerán que este salir de la mente para alcanzar las cosas mediante el conocimiento tiene un garante muy especial: Dios. Dios creó el mundo y la mente de modo tal que el hombre razonando pudiese conocer la realidad tal cual es. Descartes introduce el mecanicismo para dar cuenta de la conducta animal, pero también el determinismo ya que consideró que el mecanismo fundamental de la conducta de los organismos es el reflejo, que es totalmente automático y no necesita de intervención alguna de la razón. Los hombres tienen también reflejos e instintos, pero lo principal de su conducta se escapa al determinismo y el mecanicismo pues descansa en su mente racional. En la filosofía aristotélica el cuerpo y la mente dependían uno de otro , pues uno era el principio material y el otro el principio formal de los seres vivos, sin embargo, en el racionalismo cartesiano (Cartesio=Descartes) la relación mente-cuerpo queda rota pues se trata de dos sustancias totalmente distintas, aunque estén unidas en un punto preciso del cerebro, la glándula pineal (órgano situado en la base del cerebro). La defensa cartesiana de las ideas innatas influyó en los psicólogos de la Gestalt y en la psicología cognitiva. Su concepción de la res extensa dio lugar a la postura materialista y mecanicista en psicología, representada por ejemplo por Lamettrie (1709-1751, biólogo y filósofo francés) y Cabanis (1757-1808, filósofo y médico francés), y llega incluso hasta el conductismo radical. Conviene también recordar la oposición existente entre las explicaciones mecanicistas y las finalistas o teleológicas. Las explicaciones mecanicistas suelen ser deterministas y se refieren a la causalidad material y eficiente para dar cuenta de los cambios en la realidad; por su parte las explicaciones finalistas creen imprescindible referirse a la causalidad final (los motivos o propósitos de las acciones). Los modelos mentalistas suelen preferir las explicaciones finalistas y los modelos positivistas (como los conductistas, p. ej.) se inclinan más por las explicaciones mecanicistas. Un ejemplo de explicaciones finalistas lo encontramos en el racionalista Leibniz (1646-1716, matemático y filósofo alemán), para quien la realidad consta de centros individuales de fuerza a los que llamó "mónadas". Las mónadas son seres simples con vida propia, seres puramente espirituales y carentes de extensión. Las mónadas están dispuestas de tal modo que parecen actuar unas en otras, y están sometidas a una armonía preestablecida por Dios. Leibniz aceptó distintos niveles de conciencia, desde la percepción inconsciente hasta la percepción. La percepción se compone de pequeñas percepciones, siendo la "apercepción" la suma de esas pequeñas percepciones.

Tesis principal del empirismo: todo conocimiento proviene de los sentidos, por lo que no existen las ideas innatas. Los sentidos nos ofrecen sensaciones, y éstas se transforman en ideas gracias a los principios de la asociación: similitud, contigüidad y contraste. Principio o ley de la contigüidad: si varias sensaciones ocurren frecuentemente juntas, una sola puede producir el recuerdo de las restantes. El empirismo se opone al método deductivo propuesto por los racionalistas y a las tesis apriorísticas (innatistas) y defiende el fenomenismo: únicamente podemos conocer los fenómenos, pero no la realidad tal y como pueda ser en sí misma, la verdad objetiva. (Fenómeno: la realidad en tanto que se presenta a los sentidos.) Descartes defendió el mecanicismo y determinismo para explicar la res extensa (cuerpos), pero el mecanicismo se impuso gracias a los trabajos de Galileo (1564-1642) y Newton (1642-1727).

Tesis principales del mecanicismo:
La conducta del hombre es un fenómeno natural más, por lo que puede ser explicada según las leyes naturales.
Determinismo: no existe el libre albedrío, por lo que la conducta podrá predecirse por completo cuando se descubran las leyes de la conducta. Además, si la mente se puede explicar, entonces se someterá a leyes deterministas.
Materialismo: toda la realidad es material, por lo que, de nuevo, la conducta humana es un fenómeno natural, y está determinado por las mismas fuerzas y leyes físicas que valen para el resto de la naturaleza.
Representante más destacado del mecanicismo materialista: Hobbes (1588-1679, filósofo inglés). Para este autor, los contenidos de la mente se rigen por las mismas leyes físicas que los movimientos físicos. Locke (1632-1704, filósofo inglés), uno de los iniciadores del empirismo moderno, es el primero en poner en cuestión el concepto de sustancia (la supuesta realidad que subyace o en la que descansan los fenómenos). No la niega pero afirma que no tenemos una experiencia directa de ella, sino, en todo caso de sus actividades. Las sustancias se infieren, no se experimentan directamente. Por lo demás, Locke no rechazó la idea de Dios, pues creía que podemos demostrar su existencia.
Otras tesis empiristas que influirán en la psicología:
Hedonismo psicológico: el hombre escoge las acciones que tengan consecuencias más placenteras o menos dolorosas (tesis que cabe relacionar con algunas ideas principales del conductismo, como la del refuerzo positivo de Skinner).
Asociacionismo: aunque el empirismo inglés, como Descartes, defiende el dualismo mente/cuerpo, a diferencia de aquél filósofo entiende los procesos mentales como meras consecuencias de la asociación de vivencias: las vivencias complejas se componen de vivencias simples, y entre ellas no hay más que diferencias cuantitativas. En el mundo de la mente encontramos fuerzas semejantes a las presentes en el mundo físico. Los empiristas trasladan el mecanicismo y determinismo que Descartes propone únicamente para el mundo físico al mundo de la mente. Las ideas asociacionistas se encontrarán después en varios modelos o movimientos psicológicos, como las primeras psicologías científicas (Wundt), o Pavlov (1849-1936, fisiólogo ruso), y principalmente en el conductismo.
Una cuestión fundamental en la polémica racionalismo/empirismo: ¿cómo se origina el conocimiento?
Racionalismo: gracias a las ideas innatas y a la intuición; lo importante es lo que la conciencia pone.
Empirismo: todo el conocimiento proviene de los sentidos; lo importante es lo que la conciencia recibe.
Hume (1711-1776, filósofo escocés): considera que todo lo que podemos conocer se limita a la aparición de fenómenos, o la sucesión de un fenómeno tras otro, pero nada más (nada más quiere decir aquí: nada que se refiera a la supuesta realidad que subyace en los fenómenos, nada que se refiera a supuestas realidades trascendentes como el alma o Dios, nada que nos induzca a creer en vínculos causales entre las cosas). Hume considera que la ciencia de la naturaleza humana es la ciencia más importante y debe desarrollarse antes que cualquier otra, pues en cierto sentido es la ciencia de las ciencias. Esta ciencia de la naturaleza humana no debe partir de principios a priori sino de la experiencia y la observación.

Kant (1724-1804, filósofo alemán) intentó superar el racionalismo y el empirismo. Tomó del empirismo la tesis de que el conocimiento tiene como límite la experiencia. Y del racionalismo la tesis de que no todos los principios que intervienen en el conocimiento se originan en la experiencia. Creyó que hay principios no empíricos de la mente. Al principio Kant fue racionalista y creyó que la ciencia podía avanzar deduciendo unos conocimientos a partir de otros en virtud de principios estrictamente racionales (lo que después llamó "sueño dogmático") pero la lectura de Hume le hizo despertar de ese sueño y creer que el uso de la razón tiene unos límites (la experiencia).
Otras tesis:
La ciencia más perfecta es la matemática pues sus proposiciones son no-empíricas, sintéticas (Kant llama analíticos a las proposiciones que no añaden información nueva pues el predicado nos dice algo que ya pensamos al pensar el sujeto: "los triángulos tienen tres lados", y sintéticas a las proposiciones que añaden información nueva pues lo que afirmamos en el predicado no se incluye en el sujeto: "los ángulos internos de todo triángulo suman 180º").
Las ciencias empíricas únicamente puede conocer los fenómenos (lo que se ofrece a la percepción, realidad influida por las estructuras innatas de nuestra mente), pero nunca los noúmenos (la realidad independiente de nuestra mente).
Creyó también que no era posible una ciencia empírica de la mente pues los fenómenos psicológicos no se podían cuantificar y experimentar. Rechazó el concepto de alma al considerar que quisieron demostrar su existencia cometieron errores lógicos en sus argumentaciones (paralogismos de la razón pura). Una conclusión general sobre la influencia de la filosofía en la psicología: el racionalismo, el empirismo y el apriorismo kantiano son los referentes filosóficos de los que se derivarán concepciones psicológicas tan relevantes como el mentalismo, el conductismo y el constructivismo, respectivamente.

3.- Modelos epistemológicos.

POSITIVISMO
El primer modelo que tendió a unificar el conocimiento científico fue durante el s. XIX, bajo en nombre de Positivismo acuñado por Auguste Comte (1798-1857)

El positivismo de Comte constituye una doctrina orgánica, no sólo en aspecto teórico, sino también y muy especialmente en el práctico. El propósito de Comte no es, por lo tanto, erigir una nueva filosofía o establecer las ciencias sobre nuevas bases; es proceder a una reforma de la sociedad. Pero la reforma de la sociedad implica necesariamente la reforma del saber y del método, pues lo que caracteriza a una sociedad es justamente para Comte la altura de su espíritu, el punto a que ha llegado en su desarrollo intelectual. De ahí que el sistema de Comte comprenda tres factores básicos:
a) una filosofía de la historia que ha de mostrar por qué la filosofía positiva es la que debe imperar en el próximo futuro;
b) una fundamentación y clasificación de las ciencias asentadas en la filosofía positiva;
c) una sociología o doctrina de la sociedad que, al determinar la estructura esencial de la misma, permita pasar a la reforma práctica y, finalmente a la reforma religiosa, a la religión de la Humanidad.
La significación de ‘positivo’ resalta inmediatamente de la filosofía de la historia de Comte, resumida en la ley de los tres estados: el teológico, el metafísico y el positivo, que no son simplemente formas adoptadas por el conocimiento científico, sino actitudes totales asumidas por la humanidad en cada uno de sus períodos históricos fundamentales. El estadio teológico es aquel en el cual el hombre explica los fenómenos por medio de seres sobrenaturales y potencias divinas o demoníacas; a este estadio, cuyas fases son el fetichismo, el politeísmo y el monoteísmo, corresponde un poder espiritual o teocrático y un poder temporal monárquico, unidos en un estado de tipo militar. Le sigue un estadio metafísico, que arranca del monoteísmo como compendio de todas las fuerzas divinas en un solo ser y que, al personalizarlas en una unidad, permite al propio tiempo se despersonalización. Las causas de los fenómenos son convierten entonces en ideas abstractas, en principios racionales. Es un período crítico negativo, una desorganización de los poderes espirituales y temporales, una ausencia de orden que tiende continuamente a la anarquía, pues en el estadio metafísico irrumpen todas las fuerzas disolventes de la inteligencia. Finalmente, sobreviene el estadio positivo, que sustituye las hipótesis y las hipóstasis metafísicas por una investigación de los fenómenos limitada a la enunciación de sus relaciones. A esta altura del progreso intelectual corresponde una superación de la fase crítica intermedia; el poder espiritual pasa entonces a manos de los sabios, y el poder temporal a manos de los industriales.
El positivismo en la ciencia, conlleva a renunciar a todo lo trascendente, reduciéndose todo a la averiguación y comprobación de los leyes dadas en la experiencia, y ello no sólo para los fenómenos físicos, sino también para los puramente espirituales, para el mundo de lo social y lo moral.
Lo positivo no es, solamente una forma de organización de las ciencias; es un estado total que requiere, ante todo, un orden y una jerarquía. El paso por los tres estadios en cada una de las ciencia es para Comte perfectamente demostrable, pero lo que caracteriza a las ciencia no es la riguroso vinculación de toas y cada una de ellos al período social correspondiente, sino cabalmente su gradual anticipación en el camino que conduce a lo positivo, el hecho de que su jerarquía coincida con su mayor o menos estado de positivización. Esta jerarquía forma, por así decirlo, una pirámide en cuya base se encuentra la matemática y en cuya cúspide se encuentra la sociología; entre una y otra y apoyándose cada una de las ciencias en el conocimiento de los principios de la precedente, se encuentran la astronomía, la física, la química y la biología. Lo que las diferencia entre sí no es tanto su mayor o menor carácter positivo esencial, sino la comprobación de que lo positivo ha irrumpido en ellas en épocas distintas y progresivamente más avanzadas de la historia. Por la simplicidad de su objeto, las matemáticas son las ciencias en donde lo positivo ha sido adquirido con anterioridad a las demás. Pero la mayor complicación gradual que ofrecen los demás saberes, el predominio en ellos de lo concreto y de lo inductivo, hace que su positivismo sea progresivamente más tardío.
El positivismo establece «atenerse a los hechos» y toma como modelo de racionalidad la ciencia experimental, difiere radicalmente del pensamiento romántico.
En conjunto, la tendencia positivismo reúne las siguientes características:
1) Propone un nuevo modelo de racionalidad: la racionalidad científica. Y Comte declara que se inspira en Bacon, Galileo y Descartes.
2) Pretende mantenerse en el terreno de los hechos. Pero por «hecho» se entiende no tanto los datos inmediatos de los sentidos, sino las relaciones entre dichos datos, es decir, las leyes científicas. Hay aquí una cierta incongruencia: las leyes ya no son «hechos», sino generalizaciones acerca de los hechos (problema que retomará el neopositivismo, tomando como premisa a Hume).
3) Rechaza como «incognoscible» todo lo que esté más allá de los hechos: negación de la Metafísica, y postura, en general, agnóstica.
4) Considera a la ciencia como guía de la Humanidad, y confía en un progreso indefinido (ideales tomados de la Ilustración). Pero hay que notar que, entonces, el valor de la ciencia queda subordinado a estos ideales humanitarios (función práctica del saber), y que la misma ciencia es relativizada históricamente (relativismo del saber).

5) Desde el punto de vista moral, defiende el utilitarismo; y desde luego el punto de vista socio-político, representa una ideología burguesa, conservadora (a pesar de la creencia en el progreso) y, a veces, escasamente democrática.
Desde el punto de vista filosófico, puede establecerse una relación con el empirismo. Pero el positivismo es claramente ¾desde el punto de vista de la teoría del conocimiento¾ un realismo: los sentidos ponen en contacto inmediato con la realidad, y las leyes de la naturaleza expresan conexiones reales (por eso son considerados también como «hechos»), y no simplemente hábitos subjetivos.
El saber positivo determinará el progreso efectivo, la desaparición de los desórdenes y la unidad de todos los hombres. La Unidad ha de empezar siendo unidad intelectual para terminar en unidad social. Por eso se propone Comte una unificación de todas las ciencias «presentándolas como ramas de un tronco común, en lugar de continuar concibiéndolas como cuerpos aislados». Tal unificación se realiza mediante la filosofía positiva, la cual consiste, simplemente, en « el estudio de las generalidades de las diferentes ciencias, concebidas como sometidas a un método único y como formando las diversas partes de un plan general de investigaciones. De este modo, ciencia y filosofía coinciden: la ciencia se convierte en filosofía, y ésta no es sino la unificación de las ciencias.
En un sentido muy amplio puede llamarse «positivismo» a toda doctrina que se atiene a, o destaca la, importancia de lo positivo, esto es, de lo que es cierto, efectivo, verdadero, etc. Como muchos filósofos mantienen que se ocupan, y se ocupan sólo, de lo que es cierto, efectivo, verdadero, etc., habría que concluir que son positivistas (lo cual sería excesivo y, además, errado). Ni siquiera es recomendable usar “positivismo” para designar doctrinas que, como la de Descartes, insisten en que se atienen únicamente a lo que es cierto, efectivo, verdadero, etc., después de haber puesto en duda todo lo que no ofrece estos rasgos. Es aún menos recomendable usar “positivismo” para calificar ciertos tipos de filosofía que han usado el término “positivo” (como la filosofía positiva de Schelling). En Schelling ‘positivo’ se contrapone a ‘negativo’, de modo que su «positivismo» es «oposición al negativismo».
Se ha propuesto usar ‘positivismo’ para designar doctrinas filosóficas que se fundan en hechos o en realidades concretas o en realidades accesibles sólo a los órganos de los sentidos. Pero aun entonces el sentido de ‘positivismo’ sigue siendo vago, pues habría que concluir que los filósofos que se adhieren al ‘sensualismo’ en teoría del conocimiento son positivistas.
Se ha propuesto asimismo usar ‘positivismo’ para designar varias doctrinas filosóficas, como el utilitarismo, el materialismo, el naturalismo, el biologismo, el pragmatismo, etc. Aunque algunas tienen rasgos positivistas, otras pueden ser poco «positivistas».
El término ‘positivismo’ tiene su origen en Auguste Comte, el cual propuso, y desarrolló, una «filosofía positiva». Ésta comprendía no sólo una doctrina acerca de la ciencia, sino también, y sobre todo, una doctrina sobre la sociedad y sobre las normas necesarias para reformar la sociedad, conduciéndola a su «etapa positiva». Los filósofos que siguieron a Comte, sea de un modo «ortodoxo», o bien «heterodoxo», fueron llamados «filósofos positivos» o «positivistas». También fueron considerados positivistas filósofos como John Stuart Mill, Spencer, Mach, Avenarius, Vaihinmger, etc. Ello conlleva el peligro de extender más de la cuenta el alcance del significado de ‘positivismo’. Si todos los filósofos que manifiestan atenerse a lo «dado», especialmente a lo dado a los sentidos, que manifiestan hostilidad hacia el idealismo; o que estiman que deben tenerse en cuenta los métodos y resultados de las ciencias, son declarados «positivistas», habrá que incluir entre ellos a muchas que expresan simpatía por el fenomenismo, por naturalismo, por el cientificismo, etc.
Hay algunos usos de ‘positivismo’ que conviene conservar, porque, de hecho, este término ha sido empleado por varios filósofos (o comentaristas) muy distintos de cualesquiera de los mencionados. Ejemplos de estos usos son:
1) el llamado «positivismo total» de autores como Husserl y Bergson, los cuales han estimado que si hay que ser positivista, hay que serlo «a fondo» y «radicalmente», no de un modo parcial, como el de Comte; en vez de negar ciertos aspectos de la experiencias, hay que admitirlos todos, estos es, hay que admitir lo dado tal como se da, sin prejuicios y conceptuaciones previas;
2) el llamado «positivismo espiritualista» de autores como Ravaisson, Lachelier y Boutroux;
3) el «positivismo absoluto» propugnado por Luis Weber, según el cual hay que proceder a una crítica del conocimiento que muestre la intervención real de la actividad espiritual en la constitución de las ciencias, de modo que se trata de «un positivismo absoluto a través del idealismo».
Sin embargo, estos tres usos deben, mantenerse sólo por razones históricas, es decir, por el efectivo empleo del término ‘positivismo’ en los ejemplos indicados. Por otro lado, hay que subrayar en cada caso que se trata de un «positivismo» distinto del «normal», por lo que es recomendable usar siempre los adjetivos que lo cualifican: ‘total’, ‘espiritualista’, absoluto’, etc. Aun cuando los autores indicados pueden coincidir con los positivismos del tipo de Comte en que preguntan ante todo «cómo», y no, o sólo posteriormente, «qué»,, «por qué» y «para qué», y aunque todos ellos destacan el «primado de los hechos», entienden ‘hecho’ en un sentido distinto del que es asociado corrientemente con las tendencias positivistas a partir de Comte.
Propiamente, el positivismo tiene dos manifestaciones en la época moderna y contemporánea. Una es la ya citada de Comte y sus sucesores. La otra es la movimiento que ha recibido varios nombres: positivismo lógico (una expresión ya usada, aunque en distinto sentido, por Vaihinger), empirismo lógico, neopositivismo. Lo característico de esta forma de positivismo, que incluye el Círculo de Viena, y que está asimismo relacionado con el convencionalismo, es el intento de unir el empirismo (especialmente en la tradición de Hume) con los recursos de la lógica formal simbólica; la tendencia antimetafísica, pero no por considerar las proposiciones metafísicas como falsas, sino por estimarlas carentes de significación y aun contrarias a las reglas de la sintaxis lógica, y el desarrollo de la tesis de la verificación.
Según Moritz Schlick, este positivismo exhibe los rasgos siguientes:
1) Sumisión al principio de que la significación de cualquier enunciado está contenida enteramente en su verificación por medio de lo dado, con lo cual se hace necesaria una depuración lógica que requiere precisamente el instrumental lógico-matemático.
2) Reconocimiento de que el citado principio no implica que sólo lo dado sea real.
3) No negación de la existencia de un mundo exterior, y atención exclusiva a la significación empírica de la afirmación de la existencia.
4) Rechazo de toda doctrina del «como si». El objeto de la física no son las sensaciones: son las leyes. Y los enunciados sobre los cuerpos pueden ser traducidos por proposiciones ¾que poseen la misma significación¾ sobre regularidades observadas en la intervención de las sensaciones.
5) No oposición el realismo, sino conformidad con el realismo empírico.
6) Oposición terminante a la metafísica, tanto idealista como realista. Así, únicamente la aclaración radical de la naturaleza de lo a priori lógico-analítico proporciona la posibilidad de profesar un integral empirismo lógico que pueda ser calificado como de auténtico positivismo.
En sus primeras formulaciones por lo menos, el positivismo lógico separa, pues, completamente, la forma lógica del contenido material de los enunciados, y rechaza la correspondencia ontológica entre proposición verdadera y realidad, así como la reducción de la verdad de la proposición a su simple coherencia formal con otras proposiciones verdaderas.
El positivismo lógico no puede considerarse, pues, como un movimiento completamente unitario. Pero hay algo por lo menos que lo distingue de otras formas de positivismo, de los tipos de empirismo, positivismo y pragmatismo anteriores, más ocupados con los aspectos psicológicos: es, como ha señalado Herbert Feigl, «la persecución sistemática del problema de la significación por medio de un análisis lógico del lenguaje». El positivismo lógico ¾o, mejor, el empirismo lógico¾ ha surgido, por consiguiente, como sigue diciendo Feigl, de la influencia ejercida por tres significativos desarrollos en la matemática reciente y en la ciencia empírica: los estudios sobre la fundamentación de la matemática (Russell, Herbert, Brouwer), la revisión de los conceptos básicos de la física (Einstien, Planck, Bohr, Heisenberg) y la revisión behaviorista (del inglés, behaviorism, conductivismo) de la psicología (Pavlov, Watson).
NEOPOSITIVISMO
El campo de la filosofía es el de la representación de los objetos; sus objetos son los conceptos, proposiciones y teorías de la ciencia. Esta determinación de la filosofía la realizó Wittgenstein por primera vez. (W. Kraft).
El neopositivismo o Círculo de Viena surgió en los primeros años de la década de los veinte cuando el filósofo y físico Moritz Schlick ocupó, reclamado por Kiel, la Cátedra de Filosofía de las Ciencias Inductivas de la Universidad de Viena. Animado por un grupo de jóvenes físicos, matemáticos, filósofos y teóricos sociales que ya se reunían en un café en Viena, y entre los que se encontraban Philipp Frank, Herbert Feigl, Hans Hahn, Otto Neurath, se creó con Schlick un grupo de discusión en torno a problemas epistemológicos y cuya pretensión era seguir el camino abierto por el positivismo en muchos de cuyos puntos fundamentales estaban de acuerdo: la defensa del empirismo, el rechazo rotundo de la metafísica y una orientación unificadora de la ciencia en sus lenguajes y en sus métodos.
En torno a este grupo se unieron posteriormente otros estudiosos como Rudolf Carnap y Kurt Gödel y pronto surgieron nuevos grupos en Berlín (Hans Reichembach, Carl Hempel, Olaf Helmer y Alexander Herzberg), ciudad en la que se creó la Sociedad para la Filosofía Científica" y en Inglaterra, grupo de entre cuyas figuras destaca Alfredo J. Ayer.
Las sociedades de Berlín y de Viena mantuvieron numerosos intereses compartidos y una rica colaboración que fructificó en la publicación de la revista Erkenntnis, dirigida por Carnap. Otros grupos surgieron en Polonia, pero cuando los nacionalsocialistas subieron al poder y, tras el asesinato de Moritz Schlick a manos de un estudiante nazi, el grupo se disuelve emigrando muchos de sus miembros a Inglaterra y a Estados Unidos, lugar en el que fueron gratamente acogidos por los teóricos del pragmatismo.
En 1939 saldrá a la luz la Enciclopedia internacional de la ciencia unificada, a cargo de Neurath, Carnap y Morris, en la que se recogían y se hacían públicos los trabajos e investigaciones de diferentes científicos y epistemólogos.
Pues bien, a pesar de esta heterogeneidad de grupos, el neopositivismo, denominado también positivismo lógico o neoempirismo se vertebró en torno a ciertas ideas compartidas, como por ejemplo la asunción de las principales tesis positivistas antes mencionadas y la aceptación del empirismo. Sobre este último, los neopositivistas aceptaron la distinción hecha por Hume entre las relaciones de ideas (a priori) y las cuestiones de hecho (a posteriori), distinción que sirvió de base a su epistemología.
Entre otras fuentes cabe destacar la doctrina empiro-criticista de Ernst Mach que afirmaba que los hechos de la experiencia constituían el fundamento último del conocimiento, invalidando toda distinción entre hechos, sobre todo la que diferenciaba entre lo físico y lo psíquico.
Influyeron también en sus ideas las tesis de Bertrand Russell y el primer Wittgenstein. De hecho, cuando fue publicado el Tractatus en 1921, se convirtió en tema principal de discusión para los miembros del Círculo de Viena. Wittgenstein había denunciado que la mayoría de las cuestiones filosóficas, sobre todo las referentes a la metafísica, carecían de sentido si se las examinaba a la luz de un análisis lingüístico. Este postulado fue completamente asumido por la mayoría de los neopositivistas. Moritz Schlick, por ejemplo, aceptó identificar la metafísica con una perversión del lenguaje. Si se parte de la base de que todo conocimiento corresponde y ha de ser vertido en dos tipos de juicio, las cuestiones de hecho, que versan sobre acontecimientos existentes y que son conocidos a través de la experiencia, y las cuestiones de sentido, que son reflexiones y análisis sobre el sentido que damos a los hechos (es decir, se trata de cuestiones meramente lingüísticas que se sustraen a la cuestión de la existencia y que nada pueden decidir sobre ella) habrá que admitir que la metafísica da un paso ilícito al tratar las consideraciones de sentido o los objetos lógico lingüísticos como si fueran cuestiones de hecho o realidades extramentales y extralingüísticas.
La metafísica ha de quedar circunscrita a la esfera de un pseudo-arte, imperfecto y torpe. Audazmente hizo gala Nietzsche de esta intuición cuando escribió su obra Así habló Zaratustra, escrito que por su género se asemeja más a una creación literaria y poética que a un ensayo pretendidamente filosófico.
Ahora bien, el desprecio de la metafísica sirvió para excluir de toda investigación científica todo hecho extralingúístico y para depurar a la filosofía de multitud de pseudoproblemas. Además, esta cuestión entronca con una de las prioridades básicas de los neopositivistas: la afirmación de la necesidad de la unificación de las ciencias, sean cuales fuere sus contenidos disciplinares. Para lograr esta unificación se hacía imprescindible analizar el significado de los enunciados utilizados por ella, así como delimitar y construir un lenguaje propio minuciosamente preciso que desalojara toda ambigüedad y error. Por este motivo el Círculo de Viena hizo un análisis lógico del lenguaje, es decir, de los conceptos y enunciados utilizados por las ciencias que desocultara su sintaxis lógica.
Los neopositivistas sólo aceptan como dotadas de significado las proposiciones analíticas (a priori), que no se refieren a nada real y son propias de la lógica y la matemática, y las proposiciones sintéticas (a posteriori) o verdades de hecho, siempre que éstas sean verificables a partir de la observación directa de lo real.
"Un lenguaje consta de un vocabulario y una sintaxis, es decir, de un conjunto de palabras que poseen significado y de reglas para la formación de las proposiciones. Estas reglas indican cómo se pueden constituir proposiciones a partir de diversas especies de palabras. De acuerdo con esto, hay dos géneros de pseudoproposiciones: aquéllas que contienen una palabra a la que erróneamente se supuso un significado o aquéllas cuyas palabras constitutivas poseen significado pero que, por haber sido reunidos de un modo antisintáctico no constituyeron una proposición con sentido". (La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, de Rudolf Carnap, editado en la revista Erkenntnis, 1932).
Ahora bien, las proposiciones analíticas se reducen siempre a una generalización sobre lo aportado por la experiencia, entendida como el único criterio posible de verificación de un enunciado o de un conjunto de enunciados, es decir, una teoría. Así, la proposición "Dios existe" o "el fundamento de todo lo real son las pulsiones inconscientes" son proposiciones carentes de sentido y tan absurdas como lo puede ser la afirmación "César es un número primo". Este tipo de proposición no es verificable bajo ningún dato de la experiencia.
El problema de la verificabilidad se agudiza cuando se analizan las proposiciones universales, ya que éstas no pueden nunca contrastarse totalmente con lo dado a la experiencia. Por ejemplo, puedo verificar que los mirlos de mi jardín son negros, pero no que todos los mirlos sean negros. La cuestión se vuelve todavía más compleja y abstrusa si lo que se pretende verificar es una hipótesis teórica de la ciencia o una proposición meramente subjetiva, como por ejemplo la afirmación "me duelen las muelas" que, aunque tiene significado, sin embargo no es verificable intersubjetivamente
Carnap intentó solucionar esto sustituyendo la verificación por la confirmación (una validación parcial y limitada que no anticipa todos los casos futuros) y la traducibilidad (dirigida a aquellas proposiciones cuyos términos no sean observables, pero que han de ser traducibles a elementos sí observables).
Es precisamente sobre estas cuestiones sobre las que surgirá una crítica y un revisionismo de los postulados del neopositivismo, como por ejemplo la desarrollada por Karl Popper, que no admitió la fundamentación empírica ni sus criterios de verificación, reemplazados por él por un concepto negativo, el de la falsación. Actualmente, el debate epistemológico en torno a la verificabilidad de las ciencias y la delimitación de su campo (el problema de demarcación) sigue todavía en plena discusión
LOGICISMO
Russell y Whitehead escriben Principia Matemática, libro en cual se prestará para entregar los fundamentos a la reformulación de la ciencia. De lo que se tratará será de comprender o realizar un lenguaje que sea apto para comprobar los enunciados proposicionales, a través de la lógica varitativo-funcional. La problemática central será entonces establecer tablas de verificación para comprobar la verificabilidad de los enunciados de las proposiciones. Estas tablas de verdad o de verificabilidad servirán de herramienta principal para el análisis de la ciencia por parte de los empiristas y los positivistas lógicos.
Lo que se trata de realizar es construir una interpretación veritativo-funcional para todos los operadores proposicionales. Sin embargo será Wittgenstein, quien en su Tractus Lógico-Philosophicus, introducirá la clarificación al problema de las tautologías plateados por Ruseell, y al mismo tiempo introducirá las tablas de verdad, usándolas como base para formular una definición de tautología.
Las tautologías no dicen nada sobre el mundo, sino sólo sobre nuestro uso de símbolos, de suerte que el empirista y el positivista no deben tener ningún escrúpulo en admitirlas como verdades a priori.
Cuando se usan en conjunción con proposiciones empíricas (experiencias observacionales) en el razonamiento lógico o matemático, las tautologías proporcionan un medio de transformar proposiciones empíricas en otras proposiciones empíricas sin cambiar su valor de verdad; de esta propiedad, las tautologías deriva su utilidad para la ciencia.
Al mismo tiempo en que se establecía el logicismo, se formuló paralelamente el llamado Formalismo (derivación del logicismo). Para el formalista, la matemática pura, incluyendo la lógica, consta de cálculos no interpretados de sistemas de axiomas que se manipulan por medio de un conjunto de reglas formales o algoritmos. Como en el caso del logicismo, para el formalista, la matemática pura no dice nada sobre el mundo, pero, mientras que el logiscista sostiene que la matemática pura y la lógica son verdaderas, el formalista sostiene que no son verdaderas ni falsas, sino meros juegos con símbolos, gobernados por reglas.
Tanto para el formalista como para el logicista, la lógica se interesa únicamente por la sintaxis, esto es, por las relaciones formales entre símbolos, y todos los argumentos han de consistir en la manipulación de símbolos de acuerdo con reglas precisas.
El empirismo y la nueva lógica simbólica fueron finalmente, fusionados y desarrollados en una filosofía de la ciencia por el positivismo lógico.
Positivismo lógico
El Positivismo deriva de A. Comte, y se usa en general como nombre para una fórmula de empirismo estricto: el positivista mantiene que sólo son legítimas las pretensiones de conocimiento fundadas directamente sobre la experiencia.
En particular, el Círculo de Viena, es una forma de positivismo que adopta la lógica simbólica como su principal herramienta de análisis.
Se propone que existen dos formas de investigación que producen conocimiento
a) La investigación empírica; que es la tarea de las diversas ciencias;
b) El análisis lógico de las ciencias, que es tarea de la filosofía.
La doctrina central del positivismo lógico es la TEORÍA VERIFICACIONISTA DEL SIGNIFICADO, cuya tesis es que una proposición es significativa si y sólo si puede ser verificada empíricamente, es decir, si y sólo si hay un método empírico para decidir si es verdadera o falsa.
Para ello se avalan del Tractus escritos por Wittgenstein, quien se diferencia del empirismo de Hume (empirismo clásico), debido a que éste último funda el elemento básico de la experiencia en las IMPRESIONES; mientras que el segundo en los HECHOS

Los hechos para Wittgenstein es un estado de las cosas que da la casualidad de que acaece realmente. Un estado de las cosas es un hecho lógicamente posible. De ahí que derive lógicamente, el análisis interpretativo de los hechos, puesto que estos pueden constituir un estado lógico en que se evidencian las cosas en la realidad, de ahí su soporte en la lógica, puesto que esta habla de los posibles y de las verificaciones posibles basadas en la experiencia empírica, entendida esta experiencia como un hecho lógicamente posible.
La problemática central dice relación a que ningún lenguaje natural existente satisface las condiciones de ser lógicamente correctas, y por tal verdadera. De ahí que la preocupación central del positivismo lógico es la construcción de un lenguaje lógicamente correcto. Por ello es que toda experiencia va a ser susceptible de esgrimirla o entenderla como una proposición que habla de los hechos.
La crítica al idealismo condujo a una recuperación del empirismo. Que era la gran tradición filosófica inglesa.
Muchos de los representantes de la filosofía analítica eran científicos destacados en el campo de las matemáticas, la lógica matemática y la física. Ello explica la vuelta al positivismo: negación del valor de la metafísica, considerado como válida únicamente la ciencia natural y la matemática.
En consecuencia, ya que la metafísica carece de todo valor, no se puede reconocer más tarea a la filosofía que la del análisis del lenguaje. La filosofía concibe el análisis del siguiente modo:
a) Análisis del lenguaje: difiere del empirismo puesto que los ingleses (empiristas) se dedicaron al análisis psicológico, centrando su análisis a las ideas. El nuevo análisis se centra en la lingüística y más precisamente en las proposiciones.

b) El análisis tiene una doble dirección:
· Formalismo: Análisis lógico del lenguaje científico, pretensión de crear un lenguaje (lógico-matemático) perfecto que elimine los problemas creados por el lenguaje utilizado en la filosofía y la ciencia (Russell, Wittgenstein, positivismo lógico, empirismo lógico)

· Antiformalismo: análisis lingüístico del lenguaje ordinario, intento de establecer las reglas de sus diversos usos y de evitar las trampas que el mal uso del lenguaje puede poner al pensamiento (Filosofía Analítica, 2° Wittgenstein, Filosofía del Lenguaje).

EL EMPIRISMO LÓGICO

Es una versión más moderada que el positivismo lógico. Su dificultad central está en que las leyes científicas que son formuladas como proposiciones universales no pueden ser conluyentemente verificadas por un conjunto finito alguno de enunciados de observación (problema derivado de David Hume, que retomó tanto el positivismo como el empirismo lógico).

Los positivistas lógicos buscan que una proposición con significado debe ser susceptible de ser contrastada por referencia a la observación y al experimento, para así determinar el grado de verdad o falsedad de las proposiciones científicas.

Los empiristas lógicos, reconocen la imposibilidad de la verificación de cualquier proposición científica. Proponen reemplazar la noción de verificación por la de CONFIRMACIÓN GRADUAL CRECIENTE (Carnap). Los dos problemas centrales serán:

1°) El análisis de la relación de confirmación que se da entre una ley científica y los enunciados de observación que la confirman o desconfirman.

2°) El análisis de cómo cobran significado los términos científicos. Viejo problema de Hume (¿Cómo cobran significado los términos científicos?, ¿Cómo saber si una proposición significativa es verdadera?)

LA FALSACIÓN
Antes de terminar este primer apunte de clases, conviene hacer un alto en la figura de Karl Popper, puesto que él marca una transición entre el empirismo lógico y lo que se entenderá posteriormente por ciencia.

Cuenta Popper en su autobiografía que cuando tenía 18 años, ocurrieron las revoluciones de Austria, y en Alemania, que fueron secuelas de la Revolución Rusa, y que fueron fracasando una a una. El tenía un amigo, un estudiante marxista, y fueron a una manifestación estudiantil. La policía, siguiendo un antiguo hábito, disparó contra los estudiantes y su amigo murió. Él se preguntó: «¿cómo es posible que un joven muera de manera tan inútil simplemente por una ideología? ¿Cómo es posible que haya una ideología por las cuales se mueran tan inútilmente?». “Me hice, en ese momento, antimarxista”, dice Popper, y “busqué un criterio de demarcación que dejara al marxismo fuera de la ciencia”.

Pero de Popper lo que nos importa aquí es su Epistemología, no su condición política, aunque esto traerá consecuencias en su formulación teórica. Desde un punto de vista técnico, lo que a Popper le importa es combatir el dogmatismo. Lo que le importa es mostrar que la ciencia es un espacio de diálogo, de tolerancia, de examen crítico de las ideas, que haría posible pensar que la sociedad podría también ser un espacio de diálogo. A Popper le importa que nadie pueda decir que tiene la verdad, porque la pretensión de verdad es de por sí excluyente. Hay que hacer una renuncia previa: nadie tiene la verdad, para que el diálogo sea posible. Desde luego siempre tiene sentido buscar la verdad, lo que hay que impedir es que alguien diga que la tiene.

La manera de hacer efectiva esta renuncia es que es un anti inductivista. Todos los argumentos contra la inducción, contra el Inductivismo, se pueden encontrar muy eficientemene en Popper, tanto contra la inducción directa, como contra la progresiva y la probabilística. Esto significa que Popper asume de manera radical que nada puede ser probado, y eso tiene como consecuencia que nadie puede decir que tiene la verdad, eso tiene como consecuencia que todo saber es conjetural, hipotética, provisoria no en el sentido escéptico de la palabra sino en el sentido de que todo tiene que ponerse en discusión. Todo el que diga que tiene un saber está obligado a ponerlo en discusión de manera empírica, es decir, de acuerdo con las reglas de un juego de la ciencia que Popper va a definir.

Para Popper, el problema central de la filosofía de la ciencia es lo que él llama el problema de la DEMARCACIÓN, es decir, el problema de hallar un criterio por el que podamos distinguir las teorías científicas de la metafísica y la pseudo-ciencia. A primera vista pudiera parecer que éste sea el mismo punto de partida que el de los positivistas, mas, para Popper, un criterio de demarcación no es una teoría del significado y la metafísica no carece de sentido. Popper no considera que el problema del significado sea un problema serio, y al buscar un criterio de demarcación lo único que está intentando es delimitar un área del discurso significativo: la ciencia.

El criterio de demarcación de Popper encuentra implícito en la obra de los positivistas pudiera ser denominado «verificacionismo»: la característica distintiva de las proposiciones científicas es que pueden ser confirmadas por la experiencia. Y esta concepción, como hemos visto, ha de subdividirse a su vez en dos: la tesis primitiva, sostenida por ejemplo, por Wittgenstein y Schlick, según la cual es posible una verificación completa de las aserciones científicas (positivismo lógico), y la ulterior concepción de escritores como Carnap, Hempel y Reichenbach, según la cual la experiencia puede confirmar las proposiciones científicas en el sentido de mostrar que son probables (empirismo lógico).
Sin embargo a pesar de los intentos del positivismo y el empirismo lógico, no han podido probar empíricamente las proposiciones científicas, Popper trata de mostrar que, a pesar de que no se puede probar, sí se puede, en cambio falsear, y se va a apoyar en la asimetría lógica que habría entre verificación y falsación.
Lo que Popper hizo para probar estas nociones de falsación y de corroboración las convirtió en un criterio de demarcación. El criterio es este: sólo aceptaremos como científicos los enunciados que admitan una refutación posible. No los que puedan ser verificados sino, al revés, los que puedan criticados. El desafío que Popper nos plantea es este: “si tenemos una teoría científica, especifiquemos bajo qué condiciones empíricas aceptaremos que estemos equivocados, qué tendría que ocurrir empíricamente para que nosotros aceptemos que la teoría es falsa”
Lo que nos pide no es que nuestra teoría sea falsa, sino más bien, de qué lado hay que ponerla a prueba y, desde luego, la comunidad científica probará justamente por ese lado, tratará de criticar, y si lo logramos sortear empíricamente, en buena ley, esas críticas, nuestra teoría será corroborada. La actitud cambia radicalmente, frente a los positivistas y empiristas lógicos, porque ya no se trata de inventar hipótesis idóneas para salvar los fallos experimentales, ni tampoco un lenguaje formal que pruebe su criterio de verdad. De lo que se trata es que si hay un fallo experimental debemos, simplemente, abandonar nuestra teoría y buscar otra mejor.
El principio de la demarcación es este: « si usted tiene una idea póngala a prueba, no la defienda, y si logra salvar las pruebas (empíricas), ¡qué bueno!, estará corroborada; pero si las pruebas apuntan en contra tenga la honradez de abandonar su hipótesis, porque si usted no abandona su hipótesis entonces está procediendo de manera dogmática. Las teorías pseudo científicas, según Popper, son aquellas que tienen mecanismos para evitar la refutación. Popper dice “teorías que lo explican todo”, porque pase lo que pase resultan correctas, se trataría de “teorías cerradas”.



4.- orientaciones psicologías

4.1 Los fundamentos del conductismo.

Este concepto surge a partir del trabajo del Psicólogo J. B. Watson (1924/1961), quien propone que el conductismo o psicología objetiva es una ciencia natural abocada al campo de las diversas adaptaciones humanas.
Desde el punto de vista del fundador del análisis experimental del comportamiento, B. F. Skinner (1974/1977, p. 13), conductismo viene a ser la filosofía de la ciencia de la conducta, ocupada de esclarecer problemas tales como: ¿Es posible tal ciencia? ¿Puede explicar cualquier aspecto del comportamiento humano? ¿Qué métodos puede emplear? ¿Cuán válidas pueden ser sus leyes comparadas con las de otras ciencias "duras"? ¿Generará tecnología? y ¿Cuál será su papel en los asuntos humanos?
Otro reconocido líder de esta corriente en su modalidad interconductual, J. R. Kantor (1963/1990), define el conductismo como "una renuncia a las doctrinas del alma, la mente y la consciencia", para ocuparse del "estudio de los organismos en interacción con sus ambientes" (p. 573). En términos más amplios, lo considera como equivalente al término "ciencia" (Kantor 1968, cit. por Campos, 1973, p. 91), dado que se ocupa de la naturaleza a partir del "principio del comportamiento". Así, la química estudia el comportamiento de los elementos y la sustancia, la física estudia el comportamiento de los objetos y sus propiedades, la astronomía estudia el comportamiento de los astros y galaxias, y la Psicologìa estudia las interacciones entre los organismos y su entorno.
En suma, "conductismo" constituye una manera de estudiar lo psicológico desde la perspectiva de una ciencia de la conducta, sin mentalismo (atribuciones dualistas extramateriales como el alma o la mente), ni reduccionismos (utilizar explicaciones tomadas de disciplinas como la neurología, la lógica, la sociología o el procesamiento de información).

4.2 Los fundamentos de la Gestalt

La psicología de la Gestalt es una corriente de la psicología moderna, surgida en Alemania a principios del siglo XX, y cuyos exponentes más reconocidos han sido los teóricos Max Wertheimer, Wolfgang Köhler, Kurt Koffka y Kurt Lewin. Es importante distinguirla de la Terapia Gestalt, terapia exponente de la corriente humanista, fundada por Fritz Perls, y que surgió en Estados Unidos, en la década de 1960.
El término Gestalt proviene del alemán y fue introducido por primera vez por Christian von Ehrenfels. No tiene una traducción única, aunque se lo entiende generalmente como "forma". Sin embargo, también podría traducirse como "figura", "configuración" e, incluso, "estructura" o "creación".
La mente configura, a través de ciertas leyes, los elementos que llegan a ella a través de los canales sensoriales (percepción) o de la memoria (pensamiento, inteligencia y resolución de problemas). En nuestra experiencia del medio ambiente, esta configuración tiene un carácter primario por sobre los elementos que la conforman, y la suma de estos últimos por sí solos no podría llevarnos, por tanto, a la comprensión del funcionamiento mental. Este planteamiento se ilustra con el axioma el todo es más que la suma de sus partes, con el cual se ha identificado con mayor frecuencia a esta escuela psicológica.
En la década de 1930 las críticas a las teorías de la Gestalt se generalizaron, destacando la realizada por la llamada Psicología de la Ganzheit, encabezada por Felix Krueger (1874-1948).
Uno de los principios fundamentales de la corriente Gestalt es la llamada ley de la Prägnanz (Pregnancia), que afirma la tendencia de la experiencia perceptiva a adoptar las formas más simples posibles. Otras leyes enunciadas serían:
· Principio del Cierre - Nuestra mente añade los elementos faltantes para completar una figura. Existe una tendencia innata a concluir las formas y los objetos que no percibimos completos.
· Principio de la Semejanza - Nuestra mente agrupa los elementos similares en una entidad. La semejanza depende de la forma, el tamaño, el color y otros aspectos visuales de los elementos.
· Principio de la Proximidad - El agrupamiento parcial o secuencial de elementos por nuestra mente basado en la distancia.
· Principio de Simetría - Las imágenes simétricas son percibidas como iguales, como un solo elemento, en la distancia.
· Principio de Continuidad - Los detalles que mantienen un patrón o dirección tienden a agruparse juntos, como parte de un modelo. Es decir, percibir elementos continuos aunque estén interrumpidos entre sí
· Principio de dirección común - Implica que los elementos que parecen construir un patrón o un flujo en la misma dirección se perciben como una figura.
· Principio de simplicidad - Asienta que el individuo organiza sus campos preceptúales con rasgos simples y regulares y tiende a formas buenas.
· Principio de la relación entre figura y fondo - Afirma que cualquier campo perceptual puede dividirse en figura contra un fondo. La figura se distingue del fondo por características como: tamaño, forma, color, posición, etc.

4.3 Los fundamentos del psicoanálisis.

El psicoanálisis es «una disciplina fundada por Sigmund Freud y en la que, con él, es posible distinguir tres niveles:
A) Un método de investigación que consiste esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo. Este método se basa principalmente en las asociaciones libres del sujeto, que garantizan la validez de la interpretación. La interpretación psicoanalítica puede extenderse también a producciones humanas para las que no se dispone de asociaciones libres.
B) Un método psicoterápico basado en esta investigación y caracterizado por la interpretación controlada de la resistencia, de la transferencia y del deseo. En este sentido se utiliza la palabra psicoanálisis como sinónimo de cura psicoanalítica; ejemplo, emprender un psicoanálisis (o un análisis).
C) Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas en las que se sistematizan los datos aportados por el método psicoanalítico de investigación y de tratamiento»
Para el psicoanálisis, los conflictos tienen un origen en el inconsciente que no es observable por el paciente. Las palabras, las afecciones y los problemas relatados por el paciente constituyen tan sólo la parte consciente, o síntoma del conflicto. El objetivo de la terapia es vencer las resistencias para que el paciente acceda a las motivaciones inconscientes del problema. Freud, en una de las oportunidades en las que describe la operación que lleva a cabo la terapia analítica, lo hace en estos términos: "la rectificación con posterioridad del proceso represivo originario".[5] El psicoanalista utiliza para esto la asociación libre, la transferencia y la interpretación del discurso del paciente, poniendo especial énfasis en los sueños y los lapsus (actos fallidos).
El método básico de psicoanálisis es la asociación libre, también denominada «regla fundamental». El paciente es conminado a comunicar a su analista todas sus ocurrencias y asociaciones. Los sueños, los deseos, las esperanzas, las fantasías, así como los recuerdos de la infancia, son de interés para el psicoanalista (en tanto está articulado en su discurso), que escucha para intervenir cuando resulte oportuno. Sin embargo, para el analista rige también un correlativo de esta regla fundamental denominada atención parejamente flotante o, simplemente, atención flotante, la que establece que debe hacer a un lado, justamente, todo lo que corresponda a los intereses y las consideraciones que le sean propias. Según Freud, debe recibir lo que su paciente le comunica sin detenerse en si se ha fijado en algo. En cuanto a la interpretación, su función no es propuesta como un enunciado que refiera el material que ofrece el caso a una teoría (como el Complejo de Edipo, la nosología psicoanalítica, las tópicas que representan el aparato psíquico, etc.), sistematizada o no, que incluya la experiencia propia del analista y el consenso de la comunidad analítica, sino algo que se acercaría mucho más a un desciframiento. En este sentido, el psicoanalista Donald Winnicott comenta la importancia de "que el analista no conozca las respuestas, excepto en la medida en que el paciente dé las claves. El analista recoge las claves y hace las interpretaciones".
El término asociación libre puede considerarse libre en la medida en que no está orientado y controlado por una intención selectiva (consciente), pero no es «libre albedrío» en tanto está sujeta al determinismo del inconsciente. Al referir el paciente lo que le venga a la mente, no debe importarle cuan insignificante, trivial o desagradable le pueda parecer la idea, pensamiento o imagen (ambos productos de la acción de la «resistencia»). Los lapsus son actos erróneos para la conciencia, en los que se manifiesta una descarga del inconsciente. Para Freud, el lapsus expresa un motivo personal relevante, desconocido para la personalidad consciente. A menudo el lapsus no es obvio y se revela sólo después de una larga cadena de asociaciones.

Una segunda área explotada por la asociación libre es la de los sueños, considerada la «vía regia al inconsciente». Para el psicoanálisis expresan deseos insatisfechos, los cuales generalmente se disfrazan por ser inaceptables para la organización consciente del individuo. Freud distingue en la estructura del sueño: el sueño manifiesto, que generalmente parece incoherente y sin sentido pero que presenta algún tipo de historia narrativa; y el contenido latente, que se refiere a las asociaciones que se despliegan a partir sueño manifiesto (el cual es producido por el trabajo del sueño que transforma el material latente mediante la condensación, el deplazamiento, el trastorno en su contrario y diversos tratamientos que las representaciones inconscientes reciben, en virtud de su estructura, y que Freud designó como desfiguración onírica). La dirección del trabajo del análisis es precisamente en sentido contrario al del trabajo del sueño ya que obtiene el contenido latente donde era lo manifiesto. Los sueños son figuraciones capaces de acceder a la conciencia, ya que en esta situación de reposo (el dormir) es cuando la censura se encuentra más relajada y la resistencia se encuentra debilitada. Los anhelos y deseos que tiene prohibido el acceso en los estados conscientes tienen una oportunidad de escaparse tras el velo de la desfiguración onírica.
También en el chiste («Witz» en alemán) encuentra el psicoanálisis una de las manifestaciones paradigmáticas del inconsciente.
Freud afirmó que el individuo neurótico, cuyas necesidades eróticas infantiles permanecieron insatisfechas, podrá orientar sus requerimientos libidinosos hacia una nueva persona que surja en su horizonte, siendo muy probable que las dos porciones de su libido (la consciente y la inconsciente) participen en este proceso. Es por lo tanto perfectamente normal y comprensible que una carga de libido se oriente también hacia el psicoanalista. Este proceso da lugar a lo que en psicoanálisis se denomina transferencia.
Cuando se habla de transferencia en la terapia, se considera que el paciente transfiere o reedita sobre la figura del analista demandas libidinales experimentadas en la infancia en relación a personas que fueron importantes o significativas para el niño. La transferencia ofrece la oportunidad para poner en acto los conflictos infantiles y estructuras cognoscitivas que condujeron a las represiones y a las distintas formaciones de sus neurosis; y asimismo proporciona al sujeto las condiciones para rectificar esos hechos que tuvieron lugar en la infancia y que, por permanecer inconsciente, śe habían mantenido refractarios a sus intentos previos de influir en ellos.

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